Dos toneladas de coca fue el inicio de la disputa de los Los Zetas por Nuevo Laredo
Como pocas veces, Osiel Cárdenas Guillén estaba contento: por fin, después de intensas negociciones, habÃa conseguido permiso para operar en Nuevo Laredo.
No habÃa sido una buena época. Un año antes, en abril de 2001, su principal puchador (encargado de cruzar droga a Estados Unidos) de cocaÃna, Gilberto GarcÃa Mena, El June, habÃa sido detenido en su casa de Guardados de Abajo, un pueblo ubicado a 15 minutos de la ciudad fronteriza.
La captura le significó al cártel del Golfo perder su cabeza de playa en esa región, la única que conservaba tras la captura de Juan GarcÃa Abrego. El espacio perdido fue rápidamente ocupado por otros narcotraficantes, como Edelio López Falcón, El Yeyo o El Señor de los Caballos, quien mantenÃa una residencia justo a la mitad del territorio de Osiel.
Pero ese febrero de 2002, la mala racha parecÃa a punto de terminar. José Dionisio GarcÃa, El Chacho, lÃder de una de las dos bandas que controlaban Nuevo Laredo Los Chachos, habÃa autorizado a Cárdenas Guillén pasar dos toneladas de cocaÃna por su territorio, previo pago del derecho de piso.
La droga salió de Matamoros en tres camionetas blindadas con la custodia de Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, acompañado de Los Zetas a quienes comandaba Heriberto Lazcano, El Lazca o Z3.
Pero al llegar a Nuevo Laredo empezaron los problemas.
De acuerdo con la declaración ministerial de un miembro de Los Zetas, a quien la ProcuradrÃa General de la República (PGR) identifica como Rafael, El Coss habÃa pactado reunirse con el comandante en la plaza de la Agencia Federal de Investigación (AFI) para acordar los términos en que la cocaÃna cruzarÃa la frontera, pero el oficial, junto con una decena de sus elementos, pretendió arrestar a los enviados de Osiel.
Sin embargo, "en razón de que tenÃamos más elementos en otros puntos, es decir, en otras esquinas, llegaron de forma sorpresiva y sometieron tanto al comandante como a su gente", relata el testigo. "El Costilla vÃa radio nos ordenó que los dejáramos; subimos a los vehÃculos y nos dirigimos a las afueras de Nuevo Laredo. En el trayecto nos siguieron los mismos federales que habÃamos dejado".
En la persecución también participaron policÃas municipales, quienes durante todo el trayecto dispararon a las camionetas de Los Zetas. La balacera terminó porque "en la carretera atravesamos una camioneta Lobo para frenarlos... (Los policÃas) la rodearon y dispararon, creyendo que habÃa gente de nosotros".
Osiel Cárdenas enfureció por la traición. DÃas después, señala el testigo protegido, acuarteló a todos los zetas en una casa de seguridad en Reynosa, conocida como la 40 Grande, y ordenó el asalto de Nuevo Laredo.
"Esa vez no entramos en caravana con vehÃculos particulares, sino que lo hicimos en camiones foráneos", indicó Rafael. "Ya en la ciudad nos encontramos en una casa de seguridad que se ubica en la calle de Tamaulipas entre Morelos y Juárez". Las armas para el operativo "las pasó CrispÃn Nava Pérez alias El Sosa, en un clavo (compartimento secreto) de una camioneta Trail Blazer".
En mayo de ese año El Chacho pagó la traición al ser levantado (secuestrado) en Monterrey, gracias al pitazo del comandante de la PolicÃa Ministerial de Nuevo León, Arturo Pedroza Aguirre. El cuerpo de Dionisio GarcÃa apareció, severamente torturado, en un solar de RÃo Bravo, Tamaulipas.
La nueva batalla por Nuevo Laredo habÃa empezado.
En el mundo del narcotráfico a esta ciudad se le considera la joya de la corona, por las facilidades que tiene para el trasiego de todo tipo de mercancÃas.
No es cualquier cosa. En Nuevo Laredo se realiza 36% de todo el comercio entre México y Estados Unidos; por sus puentes internacionales cruzan un promedio de ocho mil vehÃculos al dÃa y el movimiento de personas suma 300 mil cada 24 horas.
Revisar a todos es imposible. Los agentes del servicio de aduanas estadunidense, por ejemplo, cuentan con 10.6 segundos para verificar a cada uno de los vehÃculos que cruzan la frontera, eso si trabajaran las 24 horas del dÃa. Y en el caso de los peatones, el tiempo se reduce a 3.4 segundos.
La cantidad de drogas, armas y dinero que pueden cruzar la frontera es considerable.
Por eso la disputa por la plaza que, en términos reales, empezó tras la captura de Juan GarcÃa Abrego, en 1996, y que desde entonces ha tenido varias etapas. Se fraguó desde 2001, meses después de la fuga de JoaquÃn Guzmán Loera, El Chapo, del penal de máxima seguridad de Puente Grande.
De hecho, una de las primeras acciones del sinaloense (además de festejar durante tres dÃas en su rancho de Los Caballero, en Badiraguato, Sinaloa), fue reunirse en Cuernavaca con varios lÃderes del narcotráfico.
Se trató de un encuentro de alto nivel. De acuerdo con un informe del Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia de la PGR (oficio C1/C4/ZC/0340/05), en la reunión participaron cerca de 25 personas entre las que destacaron Vicente Carrillo Fuentes, jefe del cártel de Juárez y sus socios, Vicente Zambada Niebla y Alfredo Beltrán Leyva quien acudió en representación de Juan José Esparragoza, El Azul. Otro de los asistentes fue Ismael Zambada GarcÃa, El Mayo, en aquel entonces lÃder del cártel de Sinaloa.
El tema del encuentro: "La reestructuración de la organización en todo el paÃs para el tráfico, traslado y acopio de drogas", lo cual incluyó apropiarse de Nuevo Laredo.
Y para conseguirlo, en el cónclave de Cuernavaca se designó a Beltrán Leyva, El Barbas o El Alfa, primo de El Chapo, operador en Sonora del Cártel de Sinaloa y buscado por la DEA (agencia antidrogas estadunidense) "como uno de los traficantes que utiliza aviones Velocity, que no son detectados por radares".
El Barbas reclutó a Edgar Valdés Villarreal, La Barbie, nacido el 11 de agosto de 1973 en Laredo, Texas, y considerado por la DEA y la PGR como un sujeto altamente peligroso. Es el responsable de librar la batalla calle por calle en Nuevo Laredo, y para ganarla se valÃa de todos los medios, incluso contratar a pandilleros de la MS 13, la Mara Salvatrucha con quienes, revela el informe de la PGR, parecÃa tener un acuerdo.
La Barbie también compró policÃas, como ocurrió con el director de operaciones especiales de la AFI, Domingo González DÃaz, quien según el documento recibió 1.5 millones de dólares para fungir "como intermediario para destituir al comandante de la AFI en Nuevo Laredo, Tamaulipas, y en su lugar poner a alguien que protegiera a la organización delictiva de los Carrillo Fuentes, además de expulsar a la banda de sicarios llamados Los Zetas".
Quién sabe si cumplirÃa la encomienda, pero lo cierto es que el trabajo de la PGR en Nuevo Laredo resultó, por lo menos, sospechoso: de acuerdo con el subdelegado en la ciudad, Rafael GarcÃa Fernández, logró el decomiso de cinco mil 843 kilos de mariguana, medio kilo de heroÃna... Y 496 gramos de cocaÃna.
Paradójicamente, la captura de varios lÃderes de cárteles habÃa sido un factor determinante en el control de Nuevo Laredo.
En los dÃas de la traición a Osiel Cárdenas, la plaza pertenecÃa al cártel del Milenio, de Armando Valencia, asociado a El Chapo y El Barbas.
De acuerdo con la declaración de un testigo protegido al que la PGR identifica como José RodrÃguez, desde 2001 Valencia solÃa introducir con frecuencia hasta 300 kilos de cocaÃna por esta ciudad, e incluso se dio el lujo de perder varios cargamentos decomisados por la DEA en Atlanta, Estados Unidos.
José RodrÃguez cobraba 130 mil dólares por cada operación, los cuales recibÃa en una casa de cambio de Guadalajara "cerca de la distribuidora de vehÃculos Porsche".
Sin embargo, la ejecución de Dionisio GarcÃa, El Chacho, de quien el testigo era puchador, permitió a Osiel Cádenas recuperar el control de la plaza. Y para su custodia asignó a sus mejores lugartenientes: Eduardo Costilla, El Coss, originario de Matamoros, lÃder de la banda de Los Sierra que se dedica al secuestro en la región, asà como a Heriberto Lazcano, El Lazca.
También nombró a Kari Saucedo, hermano de Gregorio, El Caramuela, quien era operador del cártel del Golfo en Reynosa, y a El Gordo Mata, quienes según el testigo protegido "se encargaban de negociar con la policÃa y administrar al grupo". Los operativos "estaban al mando de un zeta conocido como El Rex, de apellido Reyes".
La captura de Osiel en marzo de 2003 volvió a inclinar la balanza. En su testimonio José RodrÃguez cuenta que, tras el incidente, Armando Valencia le pidió que rentara "de 15 a 20 casas en Nuevo Laredo porque iban a pelear la plaza y pretendÃa meter 200 gentes bajo su mando".
Las viviendas debÃan estar amuebladas y equiparse con un circuito cerrado de televisión; para hacerlo el testigo recibió 150 mil dólares.
Las instrucciones fueron reforzadas por Arturo Beltrán con quien el puchador se reunió en la ciudad de México. En esa ocasión, cuenta, "me dijo que la guerra por Nuevo Laredo ya habÃa comenzado, y que si yo tenÃa gente mejor la sacara del lugar para que no tuviera problemas con él".
La operación, sin embargo, se retrasó por la captura de Armando Valencia y Eloy Treviño, en agosto de 2003, lo cual provocó que los sicarios arribaran en grupos pequeños a lo largo de ese año. Las casas fueron ocupadas por comandos de entre 10 y 15 gatilleros cada uno, a quienes desde entonces se les conoce como Los Chapos.
Mientras, Los Zetas lograron el control de la PolicÃa Municipal, y fue por eso que, el 27 de septiembre del 2004, La Barbie ordenó el ataque a la corporación. Fueron tres emboscadas con saldo de cuatro policÃas heridos y uno muerto.
Esa vez, cuenta Gaspar López Félix, detenido el mismo dÃa del ataque, un comando de diez sicarios armados con granadas y rifles AK 47 salió de una casa de seguridad ubicada en la colonia JardÃn, y al regresar dijeron haber matado "a unos cabrones, preguntándoles quiénes fueron y contestaron unos oficiales, ni modo, son de la misma gente de Los Zetas".
Curiosamente, entre los policÃas agredidos ese dÃa se encontraba Horacio MartÃnez Urbina, uno de los 41 elementos arraigados por agredir a elementos de la AFI a principios del 2005.
La respuesta de Los Zetas fue la ejecución de cinco chapos. Sobre los cuerpos los ex militares dejaron un mensaje a La Barbie: "Mándanos más de estos pendejos", decÃa el papel.
Mientras, la batalla por Nuevo Laredo se trasladó a la PolicÃa Municipal, trinchera que reportaba bajas. Y todos, revelaban datos de una organización no gubernamental, estaban relacionados con Los Zetas, una de las "limpias" que en esta frontera solÃan realizar con los cambios de gobierno.
Esta vez, la purga estaba aparentemente relacionada con el director jurÃdico del Ayuntamiento de ese entonces, a quien se le vinculaba con Los Chapos, junto con el ex director operativo de la corporación Carlos MartÃnez, ex jefe de grupo de la PolicÃa Ministerial en Reynosa y quien fué reubicado en Ciudad Victoria.
Nada raro. Desde 1997 la policÃa neolaredense trabajaba para dos bandos: antes eran Los Chachos y Los Texas. Hoy no queda nada de lo que fue la policia municipal en esta ciudad.
El último capÃtulo de la batalla por Nuevo Laredo en ese entonces, fue el descubrimiento de un secuestro masivo de Los Zetas, y de un rancho donde se incineraba a los ejecutados.
TÃpico de los gatilleros, quienes secuestraron a todo un pueblo en el municipio de San Fernando en castigo porque permitieron el desembarco de cocaÃna de El Chapo Guzmán.
La cremación tampoco es nueva, e incluso se realiza con un procedimiento que se sigue rigurosamente, al estilo militar: se llena un tambo con diesel, se le prende fuego y se mete a la vÃctima, viva o muerta.
A esto Los Criminales lo llaman dar un baño.